14 de abril de 2016

La universidad McDonalds



La universidad se parece cada día mas al McDonalds. Fast knowledge. No hay tiempo para cocinar, no hay tiempo para pensar y elaborar las ideas. En menos de una década hemos pasado de un sistema que incentivaba el sesteo (una vez conseguida una plaza) a un modelo de feroz competición en el que se premia la vorágine, la producción infinita. Los académicos pasamos cada vez más tiempo preparando proyectos que nos darán fondos para poder hace fantásticas investigaciones y consolidar grandes equipos. La mayoría de las veces el proyecto no llega a conseguirse y, si lo logras, descubres que llevas meses sudando tinta para conseguir una miseria. Como mucho, te da para comprar un portátil y asegurarle a cada miembro del grupo la asistencia a un congreso en un lugar alejado, de esos cuyo billete de avión tiene un precio como para pensárselo.

Ayer, un grupo de 30 investigadores entregamos, tras una semana frenética, nuestro proyecto de I+D para la convocatoria de Retos de la sociedad en España. Es la continuación de otro similar pero, en esta ocasión, mi papel será más relevante, porque soy uno de los dos investigadores principales. El proyecto pretende investigar en cómo los medios tradicionales interactúan con las redes sociales y los medios digitales cuando se producen controversias sociales en las que los diferentes actores (ONG, empresas, ciudadanos, políticos....) quieren defender su punto de vista. Participan 5 italianos, 4 brasileños, un portorriqueño, un español desde Ecuador.... Cinco universidades españolas implicadas, 2 becarios predoctorales, uno más solicitado.... Y toda la documentación, además de los documentos que definen el proyecto, producidos y gestionados en poco más de dos semanas, porque nuestro gobierno en funciones decidió que la Semana Santa es una hermosa fecha para publicar convocatorias, para la que daba menos de un mes de plazo.

Al igual que McDonalds, la universidad se ha vuelto global. Da igual donde estés, da igual que tengas un semestre sabático en el fin del mundo, tus tareas de la universidad te persiguen vía correo electrónico (otro día me extiendo es eso). Esa mañana cerré la firma digital desde Cambridge, organicé la impresión de los materiales y la entrega en papel en el registro en Madrid (lo analógico se resiste a morir y lo burócratas no quieren ir a su funeral) y, para cerrar el día, impartí una clase sobre los derechos de autor de los pueblos indígenas y la industria musical global en Colorado State University. Eran sus 12:30, mis 19:30, cuando cerré el día de trabajo para dedicarme a mis labores de padre y hacer la cena. ¿O deberíamos salir al McDonalds para redondear el día?

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