31 de enero de 2015

¿Los mejores sistemas educativos del mundo o los que mejor saben hacen exámenes?





La educación en Estados Unidos y España puede ser muy diferente, pero hay dos aspectos en los que coincide. En primer lugar, ambos países llevan años metidos en una espiral de reformas cuyo elemento central son los exámenes estandarizados, cada vez más abundantes, cada vez más centralizados. Esta política nace de la idea de que tener resultados que se pueden comparar por escuelas permitirá premiar a los buenos y castigar a los malos, de modo que todo el mundo (profesores y alumnos) se esforzarán más y habrá una mejora de los resultados a nivel nacional, mejora que se identifica con puntuar mejor en los controles internacionales como PISA.  

Precisamente, la otra coincidencia entre España y EEUU es que ambos países están lejos de lospuestos de cabeza en PISA, creando una sensación de problema nacional. Mejorar la educación se identifica con mejorar los resultados de los exámenes internacional, de modo que es necesario poner más exámenes nacionales para acostumbrar a los alumnos y profesores. Como señala Diane Ravich en el artículo de The New YorkReview of Books que este post parafrasea, “no hay problema educativo que no pueda ser curado haciendo más exámenes”.


Puesto que la mejora educativa se idéntica con mejorar los resultados de PISA, en realidad se trata de estar lo más cerca posible de China, que comparte con otros países de Asia como Shangai, Hong Kong, Singapur, Corea y Japón buena parte de los lugares del pelotón de cabeza en PISA. En su libro Who’s afraid of the big bad dragon? Why China have the best (and worst) education system in the world, Yong Zao viene a explicar lo equivocado de esta ambición. Zao se educó en China y ahora preside la Universidad de Oregón, así que conoce bien los dos modelos. Y no le parece una buena idea que los americanos copien el modelo chino para solucionar sus problemas.


Zao explica que los exámenes centralizados han sido una constante en la sociedad china desde hace siglos. El keju fue un examen que organizó el acceso a la élite cortesana china y que duró 1300 años hasta su abolición en 1905, aunque el formato sigue funcionando bajo otros nombres. El examen, basado en la memorización de las enseñanzas de Confucio, era el pasaporte a la movilidad social y formateó las mentes de las castas gobernantes chinas durante siglos, siendo copiado por buena parte de sus países vecinos, los mismos que acompañan a China en las alturas de los listados de PISA. La educación que deriva del keju se diseñó para “premiar la obediencia, la conformidad, el respeto por el orden y el pensamiento homogéneo”. 


No por casualidad, China no tuvo nada parecido en su historia al Renacimiento, la  Ilustración o la Revolución Industrial, a pesar de ser los primeros en inventar la pólvora, la imprenta, la brújula o el papel. Como explica Zao “los chinos usaron la brújula para ubicar edificios y lugares de enterramiento con buen fengshui, pero no para navegar los océanos y expandir su imperio, como hicieron los países occidentales. El desarrollo de la pólvora se detuvo en la producción de grandes fuegos artificiales, pero no se aplicó a desarrollar armas de fuego que permitiesen ganar poder militar”. Vale que los ejemplos son bélicos, pero ilustran la incapacidad de la educación china para la innovación, la creatividad y la invención. En contraste, puede que EEUU no sea una potencia en términos de PISA, pero la mayoría de los humanos usamos a diario cosas inventadas allí recientemente: Apple, Facebook, Amazon, YouTube… Si alguien controla el mundo, es EEUU gracias a su capacidad para controlar el futuro. Cuando se echa un vistazo a las características de los nuevos gurús de la modernidad, vemos que “la creatividad, el pensamiento divergente, la originalidad y el individualismo” en contraste con el modelo autoritario del keju, es lo que ha dado forma al mundo en el que vivimos. 

Un sistema de exámenes centralizados constante, como el que la nueva ley educativa instaura a imitación de los ya sufridos desde hace años en la Comunidad de Madrid, genera una educación en la que el objetivo final no es el aprendizaje, sino el examen (como bien sabemos todos los que pasamos por el viejo COU, donde desde el día uno se trabajaba para aprobar la selectividad). Nuestros alumnos de cuarto de primaria, por ejemplo, hacen un examen externo a cargo de una entidad privada que expide títulos de alcance reducido (Trinity Collegue London) y cuya materia de examen no se corresponde exactamente con el curriculum establecido para ese curso, sino que es más amplia. Además, se examina a los alumnos de forma oral cuando todo nuestro sistema (por desgracia) no trabaja en absoluto las habilidades para hablar en público o la oratoria. Estas obvias incongruencias que cualquier padre con cierta formación percibe cuando es informado del sistema por parte de los tutores no parecen importar demasiado a nuestros gestores educativos; lo importante es que hay un examen por el que todo el mundo pasa, lo que hace que todos los colegios se amolden al mismo curriculum y modelo educativo, al tiempo que se producen rankings en función de los resultados que no sirven como diagnósticos de la situación sino como resultados finales de una carrera de fondo.



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